viernes, 29 de marzo de 2013

Si los trabajadores amenazados y los tenedores de preferentes quieren buscar reos …………en CEISS



Gaceta de Salamanca – Julián Ballesteros - 28/03/2013

  • Los culpables están aquí

LA ruina de Caja Duero y Caja España tiene padres. La senda hacia la quiebra de ambas entidades no se fraguó en el limbo de la burbuja inmobiliaria, no fue el resultado de la coyuntura adversa ni la consecuencia inevitable de una serie de catastróficas desdichas.
No. Hay responsables directos e identificables del enorme agujero negro que ahora se traduce en unas pérdidas astronómicas en el ejercicio 2012, nada menos que 2.557 millones de euros, más de 425.000 millones de las antiguas pesetas, o lo que es lo mismo, más de lo que han ganado juntas ambas cajas en sus mejores épocas.
La información que hoy publica LA GACETA y que fue facilitada el martes pasado a los miembros del Consejo de Administración de la unificada (qué revelador de vergüenzas es a veces el silencio colectivo) pone negro sobre blanco lo que muchos presumíamos desde hace años: que fue la nefasta gestión de dos ‘indigentes financieros’ lo que permitió la firma de operaciones temerarias con una política crediticia suicida para las entidades, pero muy rentable para sus promotores.
En cantidad, los fiascos de Caja España casi duplican a los de Caja Duero, según fuentes confidenciales, porque tanto la Junta como los promotores de la fusión en el Banco de España y los firmantes del matrimonio han tenido la precaución de no desvelarlo nunca, para evitar la sublevación de los salmantinos ante un pacto en el que salían perdiendo pese a ser más fuertes.
Una buena parte de esos 6.343 millones de fallidos, créditos a insolventes sin garantías e inversiones en empresas abonadas a las pérdidas que ahora destapa este diario corresponde a Caja España en los tiempos gloriosos del empresario leonés Santos Llamas, un abonado a la ruina en sus empresas particulares que llevó el catecismo del fracaso a la marca del toro. Sin embargo, al no haberse autonombrado presidente ejecutivo y haber dejado el día a día en manos de sus directores generales, su responsabilidad no alcanza el nivel del médico salmantino Julio Fermoso en el hundimiento de la marca del río. La línea que marca la marcha de Sebastián Battaner y el aterrizaje de Fermoso señala la frontera entre la solvencia y la decadencia, la prudencia y la temeridad, el tino y el desatino.
No hay más que mirar los gráficos que aporta hoy este periódico para comprobar sin ningún tipo de desviación cómo todos los fabulosos ‘marrones’ que ahora lastran las cuentas de Caja Duero fueron gestados en aquellos tiempos en los que un médico se instaló en la presidencia ejecutiva, apartando a los profesionales de las finanzas e instaurando su instinto y sus amistades como criterio supremo para embarcar a la entidad en las más ruinosas de las aventuras por tierra (El Pocero), mar (El Caribe) y aire (Air Nostrum).
Quienes le auparon con su voto en el Consejo de Administración al pedestal de primer ejecutivo de la Caja deberían sufrir al menos un profundo remordimiento de conciencia, si es que les queda algo de eso. Todavía deberían estarse preguntando en su fuero interno con qué argumentos les convencieron de que un neurólogo tenía la formación adecuada para pilotar un barco de gran  calado, lustroso y lujoso, como era entonces Caja Duero. A no ser que estuvieran todos locos y confiaran en él para curar sus paranoias.
La mayoría de ellos, junto a los Fermosos, Llamas, Mesoneros, Raquetas y Cía han saltado por la ventana justo cuando el piso se hundía. Y viven felices mientras los trabajadores y los suscriptores de acciones preferentes se disponen a pagar sus facturas, junto a todos los españoles que pagamos el FROB y sus rescates.
Porque también fue en los tiempos de Fermoso y Llamas cuando se vendieron esos 412 millones de euros en productos de altísimo riesgo, en los que están atrapados 16.000 castellanos y leoneses. Si los afectados quieren encontrar culpables, tendrán que rastrear en el pasado no tan lejano.

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